En las calles, en Facebook, en blogs, por todos lados hay campañas sobre el maltrato, ya sea a niños, a mujeres o incluso a animales. Todo el mundo se opone al maltrato, pero en concreto, ¿hacemos algo al respecto?, ¿sabemos identificar cuando alguien esta siendo víctima de un abuso constante?
Decimos que estamos en contra, pero no hacemos nada para detener el abuso, ni siquiera sabemos cómo identificarlo. Dejamos a las víctimas a su propia suerte, a menos que ellas enfrenten la situación y traten de pedir ayuda, pero como individuos, hacemos lo posible para mantenernos al margen.
Ni siquiera adquiere el carácter morboso de una muerte o tiene la
intriga de un asesinato. Simplemente a nadie le importa a menos que le
afecte directamente. Sabemos que no es correcto, pero creemos que es el
afectado el que debe saber decir basta, ya que en general el vínculo que
lo une con su acosador es muy fuerte y lo respetamos. O, simplemente culpamos a la víctima por aguantar el trato y no tener el coraje de hacerle frente.
Incluso, hemos aprendido a no creer en los niños, a desconfiar de ellos, por lo que si éstos logran decir algo, simplemente nos escondemos tras la idea que nos están mintiendo. Pero, las señales son claras, pese a que cada niño responde de forma diferente al abuso, existen comportamientos que nos pueden indicar la existencia de un problema mayor. La falta de autoestima, el rechazo, la actitud evasiva hacia una persona en particular, los silencios, las conductas inapropiadas, en fin una serie de conductas que ocultan el hecho de que la persona trata de lidear con una situación injusta, en la cual no sabe qué hacer para evitarla. Temor, rabia, impotencia, dolor, esos son los únicos sentimientos que alimentan el corazón de la víctima.
La víctima no puede responder de una forma razonable, se encuentra sumida en un ambiente sin protección alguna, no espera ayuda alguna, ya que el núcleo es precisamente lo que la agrede. La sumición, el lidear psicológicamente con el hecho de que tu victimario, es quién debiera estar protegiéndote, marca a la víctima en su humanidad. Se produce una suerte de lavado de cerebro, haciendo que ese sea el trato que merece. Para la víctima no existe un mundo fuera de la realidad del maltrato, simplemente justifica lo que vive, usando las palabras del victimario, es tu culpa, tú me llevaste a hacer esto.
Rara vez, es la víctima la que reporta el abuso, sencillamente porque para ellos es algo cotidiano, así debe ser y es su culpa el ser tratados de esa manera. Para sus ojos, el abusador, es la víctima de sus falencias y quien debe soportar a la horrible persona. El abuso ataca directamente a la humanidad de la persona, la víctima no se siente merecedora de un trato humano, no siente amor ni aprecio por si mismo. Lo único que le queda es el dolor y la necesidad de abuso, ya que es la única forma de expresión de afecto que conoce.
Los signos son notorios, la poca importancia y afecto hacia la propia persona, se ven a distancia, en el vestir, en el andar, en el poco derecho que siente a ser tomado en cuenta. Probablemente todas las personas sean más importantes que ellos mismos, sobretodo velará por la felicidad de su abusador, más que la propia.
Es complicado hablar o acercarse a alguien en ese estado mental, sin embargo, no hacerlo es permitir que el abuso sea perpetuado, pues la víctima no se dará cuenta. Acoger a la persona, decirle que ese trato no es normal, mostrarle vías para salir de su situación, acompañarla para que no esté sola, son cosas muy importantes para que la víctima comparta.
El proceso de asimilación del abuso es emocionalmente demandante, reconocerse víctima es contradictorio para la persona, pues siempre ha sido instruída en que es ella quien posee la culpa, ella es la que efectuó la acción que la vuelve merecedora del trato. Convencer a la persona de que son hechos aislados que le sucedieron y que no había nada que hacer para evitarlos, da una impotencia enorme al afectado. Reconocer que, las circunstancias no fueron las apropiadas y que su accionar era independiente, toma un buen tiempo y es extremadamente doloroso, el afectado se siente enormemente desprotegido ante el mundo, mientras éste continúa su curso sin tomarlo en cuenta.
Sobretodo eso, el afectado no puede reconocerse como una persona normal, de hecho, el abusador le ha despojado de su humanidad, del sentir, del querer, de la razón de saberse vivo. No es posible reconocerse humano para la víctima, pues lo que ha vivido, o más bien, sobrevivido es simplemente inhumano, las condiciones son extremas. La víctima se reconoce fuera del mundo convencional, fuera de los problemas mundanos, fuera de sus propias emociones, simplemente se siente diferente y su historia lo confirma.
El camino a la rehumanización del individuo es paulatino y de amplio rango, aprender a reconocerse, a cuidarse, a quererse, cosas tan básicas para los demás, son cosas que se confunden en la mente del abusado. El cual se identifica en pos de su victimario, por lo que no puede alejarse, por lo tanto su autocuidado es nulo, no puede quererse, pues él es el motivo principal de que le sucedan esas cosas, no sabe celebrar sus logros, no sabe sentir sus emociones. Se forma un círculo vicioso de seguir en el estado de víctima el cual es dificil romper, hay que atacar por todos los frentes en conjunto, reformarse, lo que suena para la persona en cuestión, "hacer lo imposible".
Paciencia, apoyo, compañía, valoración, reconocimiento, mucho más no podemos hacer. El proceso lo lleva la persona en su interior, pero si podemos formar un cobijo en exterior para acogerla, se facilita la restauración de humanidad.
No te quedes sin hacer nada, salva a una persona, salva a una vida, observa tu alrededor y ofrece calidez a quienes lo necesitan. Porque no basta un "Like" en Facebook, porque no es suficiente con poner cara de espanto, lo que necesitan las víctimas es tu apoyo y tu apertura mental, para entender que estas cosas pasan en el mundo, en este mundo, en tu mundo, precisamente en tu entorno y no allá en un rincón lejano, la víctima puede incluso vivir en tu propia casa.
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