2 mar 2013

Cuando se extraña un anhelo...

¿Es posible extrañar algo que nunca se ha tenido? La completación de nuestra incapacidad de observar objetivamente nuestro entorno, con el anhelo de que nuestra vida tenga sentido, podemos crear una realidad perturbada donde nos hallamos a gusto en nuestra fantasía superpuesta casi ridículamente a la realidad. El anhelo, se transforma en algo "real" y creémos que siempre lo hemos tenido, pero en realidad siempre ha sido la meta de búsqueda. Es como el amor, tenemos y creemos que los seres que nos rodean nos aman, porque anhelamos recibir amor, pero en realidad nunca podremos ver sus sentimientos, lo único que podemos observar son sus acciones e interpretarlas usando nuestra historia personal.
Nuestra historia personal... es ahí donde yace el problema, cuando nuestra historia personal no es otra cosa que un mar de ilusión, creada por una mente que se trata de refugiar del daño de la vida. Si nuestra misma historia nunca existió, ¿cómo podremos observar la realidad anuestro alrededor, cuando creemos que todo era diferente?, entonces... ¿cómo no extrañar lo que nunca fue real?, si nuestra misma mente, nos hizo creer que existía.
¿Cómo comenzar a lidear con una realidad que nos es completamente ajena? Una realidad que en muchos casos suele ser devastadora, casi demasiado brutal para cualquiera, cuando ni siquiera una trágica historia de novela se compara con tu realidad, ¿cómo aceptarla y seguir adelante? ¿cómo de golpe, podemos lidear con todo y darnos cuenta que todo fue sólo una ilusión cuyo objetivo era mantenernos respirando? ¿Por qué simplemente no podemos desaparecer, ser tragados por algún mundo paralelo donde el dolor quede de lado aunque sea un momento, donde la realidad no nos siga pateando en el piso?
Siempre dicen que, todos los infortunios vienen bien acompañados de mano de otros desastres, pero lo que uno se pregunta, después de toda una vida de infortunios, ¿cuándo viene la maldita buena racha?, ¿cuándo dejaremos de tratar de respirar en un océano de mierda? Porque no es que caimos en algún momento allí, es que hemos vivido toda nuestra vida en ese lugar, pero no habíamos querido darnos cuenta.
¡Es que eres tan fuerte, seguro te sobrepondrás a todo! ¡Mentira! Sobreponerse requiere esfuerzo, requiere toneladas de energía y sólo hemos podido gastarla en tratar de subsanar esas heridas, al menos lo suficiente como para creer que algún día podremos levantarnos. Sin embargo, nos volveremos a preguntar... ¿No será esto obra nuevamente de nuestra realidad alterada?, ¿no será otra más de nuestras ilusiones?
Un descanso, un tiempo muerto, un instante eterno, donde podamos pensar sin que la realidad nos siga hiriendo y podramos suavemente sacar el velo de la ilusión, mirar a la realidad al rostro y poder decirle todo lo que pensamos de ella. Pero, el tiempo no existe, la realidad aconteciendo no es capaz de darnos un respiro, la confusión de la realidad y el anhelo nos deja en puras añoranzas que hacen más daño que la realidad misma. Para la vida no existe un respiro, no existe el descanzo, esa pausa que tomamos para darnos un respiro, es la verdadera ilusión cuando se vive, no podemos detener el tiempo para sanar las heridas y no podemos vivir con ellas...
El mundo se derrumba a nuestro alrededor, la realidad sigue abatiéndonos de forma incansable, las ilusiones se resquebrajan y los trozos que quedan de ella nos perforan de lado a lado, ¿de dónde sacamos la esperanza, cuando son nuestros propios sueños los que nos hieren? ¿De dónde sacamos las ganas de vivir, cuando nuestra experiencia indica presisamente lo contrario?
¿Dónde? ¿Cómo? ¿Por qué? ¿Cuándo? No hay pasado pisado y nunca lo habrá mientras haya un presente continuo interfiriendo con el proceso de racionalización del pasado, el velo no se desgarra por completo, dejando ver sólo lo más espantoso y ocultando lo demás, ocultándolo a travéz de las ilusiones que alimentan nuestra esperanza, y esas son presisamente aquellas que terminan de destruirnos.
Anhelos, deseos, sueños, fantasías... ellos conforman nuestra vida y hay veces que son el único motivo por el cual debemos continuar aquí. Son nuestros aurigas y nuestros caballos al mismo tiempo, son el control y nuestros impulsos, ¿cómo dejarlos de lado al momento de sentir? Por favor, alguien tenga piedad y enséñeme a cómo separar la percepción de la realidad y cómo hacer que nuestra fantasía permanezca sólo como lumbrera y no cómo objetivo real y tangible, que alguien me enseñe en qué punto debo aprender de los sueños y en qué punto dejarlos de lado para no recibir más daño de la realidad.
¿Cuál es la diferencia entre las formas etéreas y las reales, cuando estamos sumergidos en el sueño?, ¿es mi vida un sueño o realmente existió? Hechos se acumulan, pero sus interpretaciones son cada vez más efímeras y vagas, más mezcladas, lástima que la mayor importancia radique en el por qué y no en el acto mismo...
Así que damos un gran suspiro y nuevamente volvemos a tragar, casi patéticamente todos nuestros dolores, y volvemos a lo inicial, ¿cómo puede dañarnos la fantasía cuando es sólo un producto mental? Esperando que esta vez, la aventura del racionamiento nos lleve por caminos menos destructivos.