Veo los medios sociales plagado de fotos de niños, de bebés o comentando los éxitos de estos. O simplemente, mostrando logros propios o probando nuestra inteligencia frente los demás.
Me parece impresionante, pese a todos los estragos que muchos vivimos particularmente durante la adolescencia, seguimos afirmando los mismos 3 pilares de felicidad con los que crecimos, belleza, inteligencia, dinero (éxito). Todavía, pese a los años de múltiples batallas, creemos que la felicidad se encuentra si seguimos estos pilares, aceptamos más criterios, pero a la hora de comentar nos reducimos a estos tres y mantenemos la frustración de no alcanzarlos.
Es increíble, que lo que podamos decir a nuestros amigos sea, qué bonita foto, qué bien te ves, qué inteligente eres o bien qué envidia tu vida. Es decir, o reafirmamos su belleza, su inteligencia o su éxito (ya sea en lugares impresionantes, la comida que preparan o comen, el trabajo que tienen, lo que adquirieron, etc), o bien no les decimos nada. Para qué decir con los hijos, ya sean propios o ajenos, nuevamente a enfatizar los mismos pilares.
Nustras luchas personales no han logrado cambiar la forma en que percibimos el mundo, la aceptación y autoestima individual es simplemente una mentira, aprendemos a tolerar nuestras carencias, pero seguimos usando la misma sentencia con los demás y tratando de pretender frente a ellos. Es como si enfermizamente trataramos de demostrar que somo felices recurriendo a los mismos estándares.
Es decir, nuestra actitud premia únicamente si se es bello, inteligente o exitoso y lo perpetuamos pasándolo a las futuras generaciones. Dejamos a nuestros hijos en exactamente el mismo punto en que empezamos nuestra lucha. Ese punto lleno de frustración, al no ser compatible con los pilares de la sociedad y por ende creer que no se puede ser feliz o amado. Son pocos los finalmente aceptan su condición, pero sin embargo, siguen perservando esos mismos ideales.
Si lo que verdaderamente perseguimos como personas es ser felices, cuándo aprenderemos a dejar de reforzar este comportamiento en nuestros pares y en particular en los más pequeños, nos embobamos dicíendoles que son lindos, que son inteligentes, ocultándoles que en verdad eso no es lo que importa, ni tampoco el éxito del cual estamos obsesionados. Lo que importa es la actitud ante la vida, lo buen ciudadano que seas y los momentos que logres atesorar. Aunque no tengas mucho dinero, que no seas inteligente, que no seas hermoso, tienes la misma posibilidad de ser feliz que todos los demás y exactamente la misma posibilidad de recibir cariño de tus pares.
Entonces por qué no mostramos, nos felicitamos estos logros personales? Esos que forman el caracter, que es lo que verdaderamente importa. Por qué no intercedemos y enseñamos a nuestras futuras generaciones que esos pilares son una mentira, que nos llevó años descubrirlo, que no nos hacen mejores, sino que a la larga llevan a la frustración o a la pedantería, que lo que construyamos como personas va más allá de eso.
Dejemos de tratar a nuestros hijos de seres especiales, lo son para los padres, no para los demás. Y aunque no sea un niño especial, puede ser exactamente igual de feliz, sin ser el más bonito, el más inteligente o el más exitoso. No es que no les queramos, no es que no les mostremos afecto, claro que para los padres, sus hijos son perfectos, pero para el resto del mundo no es así y eso no tiene relevancia alguna en el camino de ser feliz. No les reduzcamos las opciones a sólo tres, no les llevemos a vivir una mentira, sino a encontrarse a ellos mismos. Aunque no sean el mejor, eso no importa, basta con que sean felices en lo que hacen y en la elección de vida que lleven.